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viernes, 21 de febrero de 2014

Descripción del Problema tras 10 años de observación participante en la Red Nacional de Urgencia.

So pretexto de gestionar una permanente disponibilidad de recursos escasos como el box de reanimación, la camilla de observación o la cama crítica, estructuralmente insuficientes en Chile, muchos médicos están obviando la estratificación de riesgo con criterios internacionales de triage, la alta sospecha diagnóstica para patologías tiempo-dependientes que suelen ofrecer presentaciones clínicas atípicas en la consulta de urgencia, inclusive la incertidumbre diagnóstica o terapéutica tan propia de este proceso clínico durante los primeros años de nuestra vida profesional. Prestadores y usuarios del sistema de primera respuesta para accidentes, emergencias médicas, incidentes con víctimas masivas y desastres de la comunidad tenemos como nunca antes acceso a la información sobre Medicina de Urgencia y Cirugía de Trauma. Sin embargo, resulta preocupante que muchos colegas insisten en sobre-simplificar la elevada complejidad del fenómeno que tienen frente a sus ojos, pretendiendo que pueden hacer "wilderness medicine" con un pueblo civilizado, olvidando su rol garante de la seguridad clínica frente a los derechos civiles de nuestros pacientes y a la fe pública, acaso por ocultar su propia ignorancia o por recibir el refuerzo positivo del administrador de turno del servicio de salud, en cuanto supone que está mitigando los costos financieros del sistema y conteniendo la crisis de sobrecarga asistencial evidente en los prestadores institucionales del FONASA. Ésos son los determinantes internos del problema. Y éstos sus determinantes externos: - una postergada brecha estructural y obsoleto modelo de atención progresiva que mantiene la denominación de "centros de baja complejidad" para justificar la falta de implementación, entrenamiento y educación continua para reanimar pacientes críticos desde su primera atención en un SUR, SAPU o Servicios de Urgencia de Hospitales de la Familia y la Comunidad, que son deberes del Estado. - una excesiva desigualdad de ingresos largamente tolerada en nuestra economía y relaciones sociales de mercado, ha dejado en realidades opuestas al Médico y la Enfermera respecto del Paramédico y el Enfermo, dificultando el trabajo en equipo, la identificación, la empatía e, inclusive, la compasión profesional y la capacidad para liderar y hacerse cargo descrita como requisito en sociedades desarrolladas. Bajo el influjo sub-cultural de esta nefasta moda, tristemente validada por la inercia acrítica de la mayoría del momento, abundan los mercenarios de turno, que profesan como si fuera un novedoso mandato ético el conocido refrán "donde fueres haz lo que vieres" y la "ley del mínimo esfuerzo", sin arriesgar su posición pero sí el prestigio de la profesión médica y la fe pública en el ministerio de salud, dado que la gente no es tonta. La eutanasia pasiva no debe reemplazar a la respuesta rápida del equipo médico y el interés clínico de ayudar al paciente que se presenta con un alto riesgo o una aparente gravedad en el Servicio de Urgencia. Nuestro arte nos provee herramientas sutiles y preciosas que la comunidad nos mandata a utilizar, precisamente, en beneficio de los más débiles, los más pobres y los más enfermos. 60 años de UCI han demostrado que es posible salvar más vidas si llevamos el paciente crítico al lugar correcto. Los Servicios de Urgencia existen para detectar, reanimar e iniciar cuidados críticos fundamentales en los casos más graves, para estratificar el riesgo y prevenir el daño, el evento adverso, la muerte evitable; también para ofrecer asistencia pública a todo aquél que percibe una amenaza inminente para su salud; pero no son puestos médicos avanzados donde debamos hacer el triage de ingreso a UCI antes de asegurar una chance de sobrevida a las personas que enfrentan eventos agudos tratables. ¡Ahora ya! debemos cambiar este modelo de atención discriminatorio, reeducar a nuestros médicos como referentes éticos = modelos de virtud y erradicar para siempre esta mala práctica clínica de nuestros servicios de urgencia públicos. Ahora, porque en 40 años más, todos los cómplices pasivos de la denegación de auxilio rasgarán vestiduras y nos cobrarán $100.000 para enseñarnos su verdad revelada: que eso no se hace.